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La enfermedad es un estado de sufrimiento que envuelve a todos
los seres humanos en diversos grados y en diferentes momentos
de su vida. El conocimiento de nuestro estado de criaturas frágiles
e indefensas pasa inevitablemente por el sufrimiento del cuerpo,
por ese dolor que desde la infancia descubrimos que es sólo
nuestro, contra el que nada puede hacer el cariño materno,
los cuidados aportados por quienes nos quieren. A medida que
crecemos, esta conciencia se hace más fuerte y arraigada,
pues a lo largo de nuestra vida somos presa del sufrimiento de
quienes nos rodean, de la enfermedad de nuestros seres queridos.
Pero en este estado doloroso, en el mismo momento en que nos
damos cuenta de nuestra vulnerabilidad, la oración viene
en nuestra ayuda. Aquí, pues, la oración por los
enfermos, que se reza por nosotros mismos o por un ser querido
que sufre, se convierte no sólo en un instrumento de fe,
sino en un alivio para el espíritu exacerbado por la ansiedad,
por el dolor.
La oración por los enfermos no es una oración para
la curación física, para eso conviene dirigirse
al médico y a quienes tienen los instrumentos para cuidarnos.
Pero rezar puede resultar una ayuda incomparable para afrontar
la enfermedad y el sufrimiento, un bálsamo para el cuerpo
y el alma. Después de todo, el hombre siempre ha invocado
a Dios, o a la Virgen o a ciertos santos en busca de ayuda y
consuelo en casos de enfermedad grave, hasta el punto de que
se pueden identificar varios santos patronos a los que también
se llama santos sanadores a los que invocar en casos de enfermedades
particulares. Pensemos también en las peticiones de gracias
que se dirigen a Nuestra Señora, nuestra Madre del Cielo
con humildad y fe en el mes mariano, rezando el rosario o la
novena a la Virgen desatanudos.
Precisamente al reconocer nuestra incapacidad para afrontar por
nosotros mismos la enfermedad y el dolor físico, aceptamos
nuestro destino de criaturas frágiles e imperfectas, y
nos remitimos a la voluntad de Dios, a su inmenso amor, que podemos
invocar con la esperanza de encontrar alivio al sufrimiento y
ser curados. Incluso la práctica de la unción de
los enfermos, que procede de Jesús, de su profundo amor
por los enfermos y los que sufren, nos hace darnos cuenta de
hasta qué punto la Iglesia y quienes forman parte de ella
dependen de la misericordia divina para recibir ayuda en la enfermedad.
Cristo imponía sus manos sobre los enfermos e inválidos,
invocando la curación milagrosa de Dios Padre, y del mismo
modo el sacerdote unge a los enfermos, invocando la bendición
y la Gracia sobre ellos en su hora de mayor sufrimiento.
Pero hay más. En los últimos años, muchos
estudiosos, científicos y teólogos, han demostrado
que rezar es realmente una medicina que puede curar el cuerpo
a través del alma. Cuando rezamos, nos recogemos en nosotros
mismos, en una forma meditativa que provoca también efectos
físicos: reducción del ritmo cardíaco y
de la presión sanguínea, por nombrar sólo
dos, pero también una reducción significativa del
cortisol, la llamada "hormona del estrés", y
una relajación de la tensión muscular. Todos estos
efectos físicos mejorarían nuestra respuesta inmunitaria
contra cualquier enfermedad, ayudando al cuerpo a mantener un
estado general de salud y a contrarrestar enfermedades como la
arteriosclerosis, el aumento del colesterol y la diabetes. Además,
la oración aumenta los niveles de serotonina en la sangre,
ayudando a gestionar mejor la emotividad y contrarrestando la
ansiedad, la depresión, el insomnio, la impulsividad y
el estrés. La oración es una medicina, pues, que
nos hace enfermar menos y curarnos antes.
"Orad sin cansaros y no os olvidéis nunca de dar
gracias a Dios" (Colosenses 4:2), pero también "Les
propuso de nuevo esta parábola para mostrarles que debían
orar siempre y no cansarse" (Lucas 18:1) En las Escrituras,
Jesús exhorta a menudo a los que le rodean a rezar sin
cansarse nunca, porque la oración, cuando se cultiva con
perseverancia, ayuda a alimentar la propia fuerza interior y
nos hace más fuertes contra el mal y la enfermedad. A
través de la oración, Dios conoce nuestras necesidades
y puede ayudarnos a satisfacerlas.
He aquí el texto de una oración por los enfermos,
una de las más famosas:
Señor Jesús,
que en tu vida siempre has mostrado cuidado, comprensión
y afecto por los enfermos, escucha mi voz como persona enferma
y que sufre.
Mi ser se rebela contra
la enfermedad, a la estancia en el hospital, a la precariedad
de la situación actual.
En este momento me resulta
difícil repetir: "Hágase tu voluntad",
pero quiero al menos intentar aceptar esta situación.
Creer que mi sufr-miento asociado a tu pasión cobrará
sentido y valor también para otros.
Bendice a las personas que
se preocupan por mí, a los que me cuidan, a los que me
recuerdan y a los que sufren conmigo.
Dame el valor para sufrir
y la esperanza de sanar para que aún pueda alabarte y
darte gracias, Señor dador de vida y Padre de la misericordia.
Amén.
Traducción de texto original publicado en inglés
el 1 de noviembre de 2023 en:
www.holyart.com /blog/religious-items/prayer-for-the-sick-praying-for-a-loved-one-or-for-yourself/